En esta entrada quiero compartir mis experiencias con respecto a la salud, desde mi infancia hasta la adolescencia.
Como comprenderéis, antes de los 3 años se me hace muy difícil recordar en cuanto al tema de salud así que creo que lo más sensato será empezar por los 4 años.
Durante esta edad iba al colegio Santo Ángel, aquí en Ourense. Recuerdo que tenía lo común de niños de estas edades: algún que otro catarro sin importancia, fiebre... aunque todo se curaba con Dalsy o con los mimos de mamá. Cuando me encontraba enferma no podía acudir al colegio y como mis padres trabajaban, siempre se quedaba mi abuela cuidándome. También tengo que mencionar que tuve varicela y creo recordar que fue muy molesto. Estaba todo el día rascándome a pesar de que mis padres me reñían si lo hacía, explicando que después me iban a quedar marcas por todo el cuerpo.
Referido a la escuela, los profesores nos trataban de inculcar lo esencial que era cuidarse y tener una higiene adecuada. Los niños que nos quedábamos a comer en el comedor del colegio teníamos que llevar siempre nuestro cepillo de dientes para lavarnos después de comer. También recuerdo que no me dejaban entrar al comedor sin antes haberme lavado las manos. Esta acción también se tenía que repetir al acabar de comer.
Lo común en las edades comprendidas entre 4 y 10 años eran las vacunas. Cada vez que mi madre me llevaba al médico porque me tenían que poner una recuerdo que lloraba. Odiaba las vacunas. Sin embargo, me explicaban que eran necesarias para no estar siempre enferma y muy a mi pesar me tenía que tranquilizar y hacerle caso al doctor.
Cuando yo tenía 7 años nació mi hermano pequeño, Lucas. A él le detectaron que era alérgico al polvo. Fue entonces cuando a mi y a mi otro hermano, que se llama Xabier, nos hicieron una serie de pruebas para ver si nosotros también éramos alérgicos a algo. Los dos dimos negativo.
Ya en la adolescencia, me preocupaba más por mi higiene y por mi imagen. Quería sentirme bien conmigo misma y con los demás. En el instituto, en las clases de Educación Física, siempre llevaba mi pequeño neceser para asearme después de realizar las actividades deportivas.
Quiero mencionar que cuando tenía 17 años tuve una infección de orina. Yo pensaba que no sería nada grave así que no le dije nada a mis padres. Los días fueron pasando y me encontraba cada vez peor por lo que tuve que ir al médico. Allí me realizaron unas pruebas y me hicieron una ecografía con la que descubrieron que tenía piedras en la vesícula. El endocrino me recomendó que tenía que beber grandes cantidades de agua al día y me dijo que si volvía a tener una infección de orina tan grande como la que tuve me tendrían que operar para sacármelas.
Otra enfermedad que quiero resaltar cuando tenía 18 años fue que a través de unos análisis de sangre detectaron anemia. El médico me recomendó que tenía que tomar unos sobres que contenían hierro durante 6 meses pero nunca me acordaba de tomármelos y la anemia nunca se iba de mi cuerpo. Yo me notaba mucho más cansada y más cuando me venía la regla. A día de hoy aún tengo que tomar cada día esos sobres porque sigo teniendo esa enfermedad. De hecho, creo que está originada en una mala alimentación ya que suelo comer pocas verduras, aunque me encantan, poca fruta y pocos hidratos de carbono.
Para finalizar, considero que no tuve enfermedades suficientemente graves en mi vida. A partir de la mayoría de edad lo único que tuve fueron dolencias de cabeza, irritación de garganta o dolores de estómago que se erradicaban si tomaba un ibuprofeno. Pero a día de hoy creo que soy mucho más consciente de lo importante que es estar saludable y por qué no, de realizar alguna actividad física para mantenernos siempre activos.
Domuro Arias, Antía
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