RELATO AUTOBIOGRÁFICO DE SALUD DESDE MI INFANCIA HASTA LA ADOLESCENCIA
Julia Cendán Feijóo-Montenegro
Teniendo en cuenta las experiencias de salud a lo largo de mi infancia y adolescencia, he de comenzar haciendo referencia a la etapa que engloba los 4 y 5 años. A esa edad iba al colegio Maristas Santa María de Ourense con mis compañeros y seríamos en cada aula alrededor de unos 15 o 20.
Cada semana algún niño estaba enfermo y los padres y profesores para evitar el contagio a los demás compañeros le impedían volver al aula hasta que ellos suponían que el pequeño estaba totalmente curado. Cuando el niño volvía todos estábamos acatarrados y era lo que más sufríamos a esas edades. En el aula de infantil llevábamos a cabo distintos hábitos promovidos por la profesora que nos permitían cuidar nuestra higiene personal y alimentarnos de forma sana. El docente nos acompañaba al baño y nos enseñaba como llevar a cabo una buena higiene en él: nos limpiábamos bien, tirábamos de la cisterna, nos lavábamos las manos… Por otro lado, en el aula, cuando teníamos necesidad nos ayudaba a sonarnos, si estábamos sucios nos limpiaba y si era necesario nos cambiaba el mandilón y nos enseñaba la importancia de comer alimentos sanos, como frutas o verduras que a mí, en concreto, no me llamaban nada en absoluto. De hecho mis padres tenían que hacerme sopas de verduras para que así no me diese cuenta de que estaba tomando aquellos alimentos verdes que tanto detestaba. No obstante, me encantaban las chucherías y siempre que podía después del comedor iba a la tienda del colegio (hoy en día cerrada debido a los alimentos ricos en grasas que allí nos suministraban) y me compraba unas cuentas golosinas. En el recreo de Infantil todos los niños llevábamos unas barritas de pan o bollitos y eso nos ayudaba, junto con el fuerte desayuno a base de cereales y frutas, a afrontar una mañana con energía. Por otra parte cabe destacar que en aula nos enseñaban mediante juegos didácticos a llevar a cabo hábitos de vida saludables para cuidar nuestra salud. Algo un tanto contradictorio en la profesora de Infantil era que, cuando nos portábamos bien nos daba caramelos en señal de premio. Ella no era consciente de que todo lo que nos enseñaba sobre la importancia de una buena alimentación no servía para nada cuando nos premiaba con chucherías.
Durante los 8 y 11 años ya me aseaba yo sola, elegía lo que me apetecía comer y ya nadie me aconsejaba. En el aula ocurría lo mismo ya que los maestros en vez de preocuparse por la salud de los más pequeños se dedicaban a hacer exámenes y a suspender a los máximos niños posibles. Durante la adolescencia mis hábitos de vida variaron: pasé de tener una higiene buena a ser una persona totalmente preocupada por ella. Me duchaba dos veces al día y me echaba colonia y desodorante. En este aspecto no hay ningún tipo de queja pero a la hora de comer, si no había cosas en casa de mi gusto les pedía a mis padres que me hicieran otras cosas más apetecibles. Recuerdo que en un verano cuando tenía trece años fuimos de excursión a Perbes, en A Coruña. Por la mañana temprano estábamos todos preparados para coger el bus hacia aquella zona. Tras una hora paramos en un área de servicio para comer los bocadillos que traíamos. Mi madre me había comprado un bocadillo vegetal con mayonesa que me sentó fatal. Estuve siete días mal del estómago, con fuertes diarreas y vómitos. Los profesores del campamento no le daban gran importancia y me trataban con protectores de estómago, pero yo seguía encontrándome mal. Pasaban los días y la cosa empeoraba, hasta que llegó el día de la vuelta a casa. Cuando llegamos mi madre estaba esperando el autobús en la entrada del colegio y al verme en tal estado, decidió llevarme al médico quien me diagnosticó gastroenteritis aguda. De esta forma, para poder tratarlo, tenía que comer pollo cocido e ingerir mucho líquido durante una semana aproximadamente. Tras esta actividad realicé con quince años un viaje a Irlanda del norte, durante un mes. Allí tuve una especie de gripe que me provocaba fiebres altas y mucho catarro, estuve así durante una semana y después ya me encontraba totalmente bien. Lo que más me preocupaba era que podían confundirlo con Gripe A, que en aquel momento estaba en boca de todos, y deportarme a mi país. De todas formas fue uno de los mejores viajes de mi vida. La comida que tomábamos habitualmente en la residencia universitaria era “Fish and Chips” un plato típico irlandés. No se trata de un plato insano ya que consta de pescado con patatas fritas y un poco de ensalada acompañando pero no teníamos una alimentación variada. Cabe tener en cuenta que durante mi adolescencia sufrí catarros estacionales y gripes, que en general no resultaron nada graves. Lo único que me causaban era faltar a clase, ya que no me encontraba capaz de atender y además no quería contagiar a mis compañeros, cosa que era casi inevitable. De vez en cuando también tenía dolores de estómago, pero nada grave. Es preciso tener en cuenta que en esta época de mi vida prescindía del desayuno, únicamente tomaba café y eso me debilitaba durante el día. Esto provocaba que de vez en cuando me bajara la tensión y me mareara, pero los profesores siempre me ayudaron cuando no estaba bien del todo. En general he gozado de una buena salud a lo largo de mi vida y no tengo queja alguna. Ahora me he dado cuenta de lo importante que puede llegar a ser la práctica de deportes, la buena alimentación y la higiene.
Publicado en Faitic el Miércoles, 18 de septiembre de 2013 a las 22:26
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